Damien Hirst lo tiene claro: “El miedo de cualquier artista es que te ignoren, así que si te critican, es maravilloso”. Al chico de barrio pobre no le importa que lo difamen. De hecho, le gusta. Creció en la constante turba gris que envuelve Leeds. Ahora, es el artista más rico de Reino Unido con una fortuna que ronda los 1.500 millones de dólares.

Hirst se educó en la religión católica, influencia que más tarde sería un factor clave en obras como ‘The Virgin Mary’, ‘God’ o ‘For the love of God’. Sin embargo, su personalidad indomable nunca ha entendido de catecismos. Su predilección por los líos y la polémica ha sido una constante en su exitosa trayectoria. Hay, además, otro aspecto indispensable que ha marcado su obra: el morbo. Desde muy joven, se mostró fascinado por la enfermedad, las lesiones y la muerte.

Una tendencia que incluso fue reconocida por su propia madre y que lo llevó a diseccionar animales y meterlos en formol. Los defensores de los animales se le echaron encima, los más puristas en el mundo del arte lo calificaron de “aberración”. Él, sin embargo, se hizo multimillonario y jamás ha renunciado a esa provocación que tanto dinero ha metido en sus bolsillos y que ha situado su cara en la portada de las revistas más importantes del mundo.

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